Ad portas de una elección presidencial, a nadie se le ocurriría desconocer, casi que por unanimidad, que el tema más importante para empezar a resolver muchos de los problemas del país radica en solucionar, controlar o al menos contener el fenómeno de la violencia que ha irrumpido como novedad en la sociedad ecuatoriana. Esto tiene en zozobra a muchos habitantes, sobre todo en barrios marginales. Además, complica la actividad económica y por ende la capacidad de crecimiento económico y de creación de empleo. Así mismo, se ha infiltrado en las actividades de gobierno de manera que ha cooptado el sistema judicial, corrompido la participación política, capturado muchas de las funciones ejecutivas. Léase la obra pública municipal, la provisión de medicina en los hospitales públicos, el control de actividades delincuenciales tales como: minería ilegal, tráfico de drogas, contrabando de combustible y hasta me atrevería a decir la capacidad de generación, trasmisión y distribución de energía eléctrica de manos de la corrupción (un mal histórico que facilitó que nos capture el crimen organizado).
No me cansaré de remarcar esta
idea de la prioridad de la lucha contra la violencia en política, pues atenta
al fundamento de una sociedad civilizada, antecedente de cualquier economía de
mercado. Hasta aquí no hay novedad, al
menos así lo vengo reflexionando desde hace algunos años en este blog. Ahora lo que propongo es iterar hacia arriba
en este tema. ¿Por qué creo que hace
falta una mayor discusión filosófica sobre el tema? Veamos.
Allá arriba entre los grandes
problemas de la humanidad, que se han discutido desde siglos, se encuentran las
preguntas sobre: (1) el origen y sentido del hombre (y del mundo); (2) el bien y
el mal (o la moralidad de los actos humanos); (3) la responsabilidad individual
y de la acción del Estado (o lo privado y lo público); y ya con un carácter más
contemporáneo la pregunta del (4) uso de armas de destrucción masiva (la bomba
atómica), (5) la afectación de la actividad humana sobre el medio ambiente (el
calentamiento global) y algunos otros que no me atrevo sino a sugerir, como la libertad
de expresión o el dogma democrático como régimen de gobierno. En fin, de mas a
menos, pero esto ¿qué tiene que ver con nuestra pregunta?
Lo técnico: el conocimiento
del hecho
Es por un lado bastante claro que
el tema de la seguridad física y la violencia es un problema de múltiples causas
y por ende complejo. Sin embargo, el
conocimiento de guerras, conflictos armados, genocidios y todo tipo de
conflictos violentos nos han dejado muchas lecciones. En mi última entrega mencionaba
particularmente el rol por el lado de los que generan violencia en conflictos
como el ecuatoriano: la renta económica, la cultura del crimen, el nivel de
organización del grupo y, no menos importante, el vínculo con las
organizaciones trasnacionales del crimen como los carteles, mafias, guerrillas; sean
estas de México, Venezuela o Colombia.
Por otro lado, hay una colección de casos históricos (Medellín,
Mexicali, El Tren de Aragua, El Salvador, las bandas en Chicago) que dan cuenta
de una serie de estrategias que se han utilizado para contener con algún nivel
de éxito los problemas de la violencia. Así,
por ejemplo, está la estrategia de ir contra los cabecillas, los planes de
encarcelación y endurecimiento de penas masivo, la exposición y congelamiento
de las capitales, la creación de oportunidades para los jóvenes, el uso de
tecnología para detectar la cadena del narcotráfico.
Abusando de la analogía
económica, hay medidas de oferta para problemas de demanda en materia de seguridad,
que deberían estudiarse para elaborar una estrategia integral para abordar el
problema del Ecuador. Debe hacerse un ejercicio técnico de comprensión y
aplicación a nuestra realidad frente a las posibilidades reales, y este no es
un trabajo menor, pero es un trabajo de orden técnico que con el debido empuje
es posible.
Lo político: el soporte de la
acción
El otro punto importante es el de
coincidir en el diagnóstico y en la estrategia para resolver el problema para
pasar a la acción. Este ya no es un
problema técnico en sí mismo. Aunque ciertamente,
habrá un problema de cualquier estrategia en la implementación: ajustarla según
los resultados, tener variaciones de ésta, según el enemigo al que se enfrenta
en distintas partes del país o los distintos enemigos que se puede enfrentar en
un mismo lugar. Nótese, que para muchos
el problema pasa por la competencia de lo privado o lo publico en la acción
política. De una de las grandes
preguntas mencionadas, ya Thomas Hobbes, anticipó la respuesta sobre todo para
el problema de la violencia y el conflicto entre sus habitantes: un
Leviatán. En nuestra versión del
problema, la interpretación correspondiente es que efectivamente esta es una
labor eminente para el Estado, no para el ciudadano. Completamente de acuerdo, pero de una manera
sutil, esto no excluye al ciudadano, sino que lo habilita, diría yo se hace
imperativo, que sea el ciudadano que se convenza y que formule los términos en
que ese Estado debe actuar. El Estado no es una entelequia con iniciativa.
En realidad, para mi ese no es el
problema mas importante, pues con lo técnico podemos ayudar a construir el acuerdo
político para nuestro contrato social de seguridad. El problema mas importante tiene que ver con
las implicaciones morales, la segunda pregunta mencionada, y si me apuran: ¿qué
respuesta le damos a criminales que se matan cruelmente y sin importar
consecuencia en medio de la sociedad? En alguna medida, es también relativo a la cuarta pregunta – una especie de armas de destrucción masiva. Esto es, ¿existe
legitimidad de hacer algo semejante a la bomba atómica para acabar con los
criminales y narcotraficantes que han sumido al Ecuador en esta miseria? Si lo piensan, ésta es la solución de
Pinochet: fusilar; ésta la solución de Bukele: encarcelar. Ambas se estiman
atentatorias contra los derechos humanos.
Es decir, ambas interpelan a la primera pregunta: ¿Cuál es el sentido de
la vida del hombre? Y, ¿qué derecho tenemos para matar o privar de libertad a personas
en masa, si emprendemos una guerra contra el crimen organizado? Esto es, a toda
regla un problema filosófico.
§
Un candidato decidió plantarle
cara al crimen organizado declarándoles la guerra o conflicto armado interno, aunque
en la práctica fue muy poco lo que se consiguió para contener este fenómeno que
ahora sabemos se ha impregnado en toda la cosa pública por la etiqueta del
nuevo narcoestado que nos endilgó demostradamente The Economist. Por supuesto, que su alternativa es mas bien
la antítesis. Declara abiertamente la necesidad
de establecer vínculos con otros países sumidos en esta catástrofe como
Venezuela y apela a la relativa paz vivida con el gobierno de Correa (amparada en
un boom económico de corto plazo) que a muchos los ha llevado a denominar como
la “Pax Narca”. A buen seguro,
cualquiera sea el resultado de estas elecciones tendremos que seguir luchando
por el problema de seguridad, pero ojalá los resultados del domingo resulten en
un gobierno que finalmente configure una solución para salir de un problema tan
complejo como en el que nos hemos metido. Seguramente se necesita el concurso
de mayor comprensión técnica y un fuerte apoyo político. Enfrentados a este
problema, es muy decidor que los candidatos tengan posiciones tan polares al
respecto. Ud. sabrá por quien votar, yo solo lo advierto.
Capaz que la explicación obedece a la falta de comprensión de los límites de la guerra y la violencia en relación con: el derecho a la vida, el bien común, la antropología del hombre, el rol del poder y la autoridad, la reflexión moral sobre la historia de conflictos. Por eso justifico elevar la mira antes de apuntar al enemigo.