sábado, 12 de abril de 2025

¿Por qué hace falta profundizar en la comprensión de la violencia?


Ad portas de una elección presidencial, a nadie se le ocurriría desconocer, casi que por unanimidad, que el tema más importante para empezar a resolver muchos de los problemas del país radica en solucionar, controlar o al menos contener el fenómeno de la violencia que ha irrumpido como novedad en la sociedad ecuatoriana.  Esto tiene en zozobra a muchos habitantes, sobre todo en barrios marginales.  Además, complica la actividad económica y por ende la capacidad de crecimiento económico y de creación de empleo. Así mismo, se ha infiltrado en las actividades de gobierno de manera que ha cooptado el sistema judicial, corrompido la participación política, capturado muchas de las funciones ejecutivas. Léase la obra pública municipal, la provisión de medicina en los hospitales públicos, el control de actividades delincuenciales tales como: minería ilegal, tráfico de drogas, contrabando de combustible y hasta me atrevería a decir la capacidad de generación, trasmisión y distribución de energía eléctrica de manos de la corrupción (un mal histórico que facilitó que nos capture el crimen organizado).

No me cansaré de remarcar esta idea de la prioridad de la lucha contra la violencia en política, pues atenta al fundamento de una sociedad civilizada, antecedente de cualquier economía de mercado.  Hasta aquí no hay novedad, al menos así lo vengo reflexionando desde hace algunos años en este blog.  Ahora lo que propongo es iterar hacia arriba en este tema.  ¿Por qué creo que hace falta una mayor discusión filosófica sobre el tema? Veamos.

Allá arriba entre los grandes problemas de la humanidad, que se han discutido desde siglos, se encuentran las preguntas sobre: (1) el origen y sentido del hombre (y del mundo); (2) el bien y el mal (o la moralidad de los actos humanos); (3) la responsabilidad individual y de la acción del Estado (o lo privado y lo público); y ya con un carácter más contemporáneo la pregunta del (4) uso de armas de destrucción masiva (la bomba atómica), (5) la afectación de la actividad humana sobre el medio ambiente (el calentamiento global) y algunos otros que no me atrevo sino a sugerir, como la libertad de expresión o el dogma democrático como régimen de gobierno. En fin, de mas a menos, pero esto ¿qué tiene que ver con nuestra pregunta?

Lo técnico: el conocimiento del hecho

Es por un lado bastante claro que el tema de la seguridad física y la violencia es un problema de múltiples causas y por ende complejo.  Sin embargo, el conocimiento de guerras, conflictos armados, genocidios y todo tipo de conflictos violentos nos han dejado muchas lecciones.  En mi última entrega mencionaba particularmente el rol por el lado de los que generan violencia en conflictos como el ecuatoriano: la renta económica, la cultura del crimen, el nivel de organización del grupo y, no menos importante, el vínculo con las organizaciones trasnacionales del crimen  como los carteles, mafias, guerrillas; sean estas de México, Venezuela o Colombia.  Por otro lado, hay una colección de casos históricos (Medellín, Mexicali, El Tren de Aragua, El Salvador, las bandas en Chicago) que dan cuenta de una serie de estrategias que se han utilizado para contener con algún nivel de éxito los problemas de la violencia.  Así, por ejemplo, está la estrategia de ir contra los cabecillas, los planes de encarcelación y endurecimiento de penas masivo, la exposición y congelamiento de las capitales, la creación de oportunidades para los jóvenes, el uso de tecnología para detectar la cadena del narcotráfico.

Abusando de la analogía económica, hay medidas de oferta para problemas de demanda en materia de seguridad, que deberían estudiarse para elaborar una estrategia integral para abordar el problema del Ecuador. Debe hacerse un ejercicio técnico de comprensión y aplicación a nuestra realidad frente a las posibilidades reales, y este no es un trabajo menor, pero es un trabajo de orden técnico que con el debido empuje es posible.

Lo político: el soporte de la acción

El otro punto importante es el de coincidir en el diagnóstico y en la estrategia para resolver el problema para pasar a la acción.  Este ya no es un problema técnico en sí mismo.  Aunque ciertamente, habrá un problema de cualquier estrategia en la implementación: ajustarla según los resultados, tener variaciones de ésta, según el enemigo al que se enfrenta en distintas partes del país o los distintos enemigos que se puede enfrentar en un mismo lugar.  Nótese, que para muchos el problema pasa por la competencia de lo privado o lo publico en la acción política.  De una de las grandes preguntas mencionadas, ya Thomas Hobbes, anticipó la respuesta sobre todo para el problema de la violencia y el conflicto entre sus habitantes: un Leviatán.  En nuestra versión del problema, la interpretación correspondiente es que efectivamente esta es una labor eminente para el Estado, no para el ciudadano.  Completamente de acuerdo, pero de una manera sutil, esto no excluye al ciudadano, sino que lo habilita, diría yo se hace imperativo, que sea el ciudadano que se convenza y que formule los términos en que ese Estado debe actuar. El Estado no es una entelequia con iniciativa.

En realidad, para mi ese no es el problema mas importante, pues con lo técnico podemos ayudar a construir el acuerdo político para nuestro contrato social de seguridad.  El problema mas importante tiene que ver con las implicaciones morales, la segunda pregunta mencionada, y si me apuran: ¿qué respuesta le damos a criminales que se matan cruelmente y sin importar consecuencia en medio de la sociedad? En alguna medida, es también relativo a la cuarta pregunta – una especie de armas de destrucción masiva. Esto es, ¿existe legitimidad de hacer algo semejante a la bomba atómica para acabar con los criminales y narcotraficantes que han sumido al Ecuador en esta miseria?  Si lo piensan, ésta es la solución de Pinochet: fusilar; ésta la solución de Bukele: encarcelar. Ambas se estiman atentatorias contra los derechos humanos.  Es decir, ambas interpelan a la primera pregunta: ¿Cuál es el sentido de la vida del hombre? Y, ¿qué derecho tenemos para matar o privar de libertad a personas en masa, si emprendemos una guerra contra el crimen organizado? Esto es, a toda regla un problema filosófico.

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Un candidato decidió plantarle cara al crimen organizado declarándoles la guerra o conflicto armado interno, aunque en la práctica fue muy poco lo que se consiguió para contener este fenómeno que ahora sabemos se ha impregnado en toda la cosa pública por la etiqueta del nuevo narcoestado que nos endilgó demostradamente The Economist.  Por supuesto, que su alternativa es mas bien la antítesis.  Declara abiertamente la necesidad de establecer vínculos con otros países sumidos en esta catástrofe como Venezuela y apela a la relativa paz vivida con el gobierno de Correa (amparada en un boom económico de corto plazo) que a muchos los ha llevado a denominar como la “Pax Narca”.  A buen seguro, cualquiera sea el resultado de estas elecciones tendremos que seguir luchando por el problema de seguridad, pero ojalá los resultados del domingo resulten en un gobierno que finalmente configure una solución para salir de un problema tan complejo como en el que nos hemos metido. Seguramente se necesita el concurso de mayor comprensión técnica y un fuerte apoyo político. Enfrentados a este problema, es muy decidor que los candidatos tengan posiciones tan polares al respecto. Ud. sabrá por quien votar, yo solo lo advierto.

Capaz que la explicación obedece a la falta de comprensión de los límites de la guerra y la violencia en relación con: el derecho a la vida, el bien común, la antropología del hombre, el rol del poder y la autoridad, la reflexión moral sobre la historia de conflictos. Por eso justifico elevar la mira antes de apuntar al enemigo.