miércoles, 16 de octubre de 2019

¿Existe Un Ecuador?

Escribo este artículo, muy preocupado, tratando de adelantar una respuesta, que intuyo, pero que no estoy en condiciones de demostrar todavía.  La escribo, después de los hechos dramáticos, que se vivieron en Ecuador entre el 3 y 13 de octubre pasado.  Nada mejor, que la ingeniosa espontaneidad de Twitter, para describir lo sucedido, en términos más o menos literales: “Yo quería ir a ver El Joker al cine, no que Ecuador se convirtiera en ciudad Gótica”.  Quemaron el edificio de la Contraloría General del Estado, atacaron hidroeléctricas, sabotearon pozos petroleros, bloquearon las vías de la sierra, invadieron y destruyeron antes y canales de televisión, saquearon supermercados, destruyeron farmacias, desvalijaron locales de electrodomésticos, se amotinaron en parques y plazas públicas alrededor de fogatas, todo en nombre del derecho a protestar por el alza de combustibles. Realmente una representación en vida real, de una ciudad Gótica, en la mitad de los Andes.

Pero, lo que más preocupa, es las consecuencias de lo sucedido.  Por un lado, han empezado a parecer en las redes sociales, en los medios de comunicación, en la opinión de las personas de distintas condiciones, interpretaciones racistas, independentistas y violentas.  Todas muy preocupantes, aunque hasta cierto punto predecibles.  Por otro lado, un pesimismo y una decepción de otro grupo de personas que no deja de preocupar menos, pues si no tenemos esperanza, qué nos queda.  Atrás quedó, mi lectura política de como llevar el asunto, previo a que el presidente acepte derogar el subsidio, materia de mi anterior artículo.  Ahora me preocupo, de algo más importante, realmente tenemos un país: ¿Realmente, podemos hablar de que tenemos un Ecuador?

Esta, es la verdadera pregunta que hay que responder.  No de si las medidas, en particular la eliminación de los subsidios, eran económicamente convenientes -yo estoy seguro de que lo eran, y en otro rato, lo demostraré con holgura-.  Tampoco, si la situación política era la indicada, o el manejo de la información de inteligencia hubiera podido anticipar que una organización de enemigos de la patria estaba esperando una excusa para incendiar el país -este es mi versión más verosímil hasta el día de hoy.  Seriamos unos neófitos si afirmáramos que la buena economía coincide siempre con la buena política.  Si éstas no son las causas últimas de la crisis, tendrán que coincidir conmigo, que tampoco lo eran la violencia, el indigenismo, la lucha de clases, la corrupción, la desigualdad, la pobreza o ninguna otra explicación particular en forma individual; aunque todos estos factores jugaron un rol en un plan orquestado, que de suyo, no hubiera sido posible orquestar, de no mediar, las condiciones de algo que yo llamo: la falta de unidad.

He dicho que desde esta “trinchera” voy a combatir algunas malas ideas, pero esta vez me enfrento a la mamá de las malas ideas, o peor todavía, a una colección de malas ideas, que tomadas en su conjunto le han explotado en la cara a todos lo ecuatorianos.   Y como decía anteriormente, no encontraré en la economía, la política, la sociología, la historia o el derecho una explicación para lo que pasó y peor aún para regresarle la esperanza a un país.  Sin embargo, para problemas grandes, hay que pensar en grande.  Y para eso, nada mejor que ir a la mamá de los saberes, a la filosofía.

Voy a hacer uso particularmente de la filosofía política.  Aunque, no voy a acudir a Platón o Aristóteles, tampoco a Hobbes o Rousseau, menos aún a alguna visión moderna de la filosofía política.  Voy tomar las ideas, de un filosofo de la Universidad de Navarra, en su ensayo titulado, “Es posible una sociedad civil mundial“(cfr. Cuadernos 135 del Instituto de Empresas y Humanismo de la Universidad de Navarra).  Escrito mas bien escueto, que me pareció demasiado abstracto y genérico para abordar un problema político, pero que preguntándome lo que hasta ahora he relatado, me ha hecho enorme sentido en la relectura.

En lo que sigue, voy a hacer uso de los criterios propuestos por Rafael Alvira, y los voy a aplicar a la pregunta del título.  De esta manera, espero que me permita diagnosticar la enfermedad y proponer la receta para resolver la situación del Ecuador.  No estoy seguro, que un filósofo, este muy de acuerdo con el uso de la palabra receta; pero esta es una de las libertades, que si nos podemos dar los economistas.  Vale decir, que tampoco estoy en condiciones de escribir una respuesta más acabada; y menos aún, que este sea el formato más indicado.  Pero si ya me han acompañado hasta aquí, les pido paciencia para ver si vislumbramos esperanza en mi segunda entrega

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