miércoles, 15 de abril de 2020

La Primacía de lo Político


“La tragedia de cierta modernidad -igual liberal que socialista- es en haber declarado que la economía es lo primero”.
Escribo este artículo en respuesta a las propuestas de reforma económica decididas por el Ejecutivo.  En esta ocasión, no me quiero referir solamente a los principios que orientan esa propuesta.  Conviene indicar, que junto a unos colegas también presentamos una propuesta económica para ayudar a apuntalar las políticas de salud (confrontar http://foroeconomiaecuador.com/fee/author/joseluislima/). De suyo toda propuesta es perfectible, y esta del gobierno no es la excepción, aunque toma muchos elementos que nosotros también habíamos recomendado, la propuesta erra fundamentalmente por dos razones. 
Primero, no toma en cuenta las restricciones prácticas y legales de traducir en acciones efectivas, y de manera inmediata, las limitaciones cuerpos burocráticos tienen (por la vía de fideicomisos y directorios) para manejar recursos de desembolsos externos y contribuciones privadas o impuestos.  Segundo, hacen tabla la raza de las restricciones de economía política asumiendo una simplicidad que raya en lo insólito: para los desafíos de una renegociación de la deuda externa, la reducción de salarios en el sector público y la elevación de impuestos; como si no hubieran aprendido la más mínima lección de los hechos ocurridos en las manifestaciones violentas de octubre del 2019.  Pero a pesar eso, el refinamiento de las propuestas económicas deberá esperar, pasan a un segundo plano hasta que se haya resuelto el problema fundamental: la primacía de lo político.
Se dice equivocadamente que en estos momentos debemos dejar a los técnicos, en este caso los economistas, que resuelvan lo que más conviene al país.  El argumento, es que es un tema complejo y no se lo puede dejar en manos de los políticos.
Mi respuesta a tal comentario me trae la mente aquella afirmación: “la economía es demasiado importante para dejársela solamente a los economistas”.  Déjenme que se los explique, siendo yo mismo un economista orgulloso de mi profesión. El problema de fondo es que, esta propuesta o cualquier otra, no es exclusivamente sobre materia económica; y aun en aquella parte que sí lo es, obedece a criterios normativos.  Por ejemplo, de qué se trata entonces la consideración de cuándo será conveniente dejar que las personas circulen libremente sino de una decisión informada por la epidemiología y un criterio de decisión que pondere los riesgos de una determinada acción política.  Así también, cuando estimamos la caída de ingresos fiscales o la destrucción de empleos, la estrategia de fondeo de las propuestas, los montos de gastos para protección social y para contener la economía, y la no menos importante decisión de cómo distribuir esos costos entre la sociedad.  No estamos haciendo acaso preguntas con carácter prospectivo que no se limitan a modelos matemáticos y empíricos.  Son todas preguntas para las cuales la economía, si bien esta preparada, no dejan de tener un componente subjetivo que obedecen a una visión de lo que consideramos éticamente conveniente.
En lo que sí tienen razón, siguiendo el relato de la tecnocracia, es que no podemos dejarlo en manos de cualquier clase política.  Es decir, deberíamos dejar afuera la política preocupada en sus intereses particulares, la política de los escándalos de Arroz Verde y los negociados de las mascarillas y respiradores en el IESS (a esos expresidentes que los termine de procesar la justicia).  Es tiempo que decisiones de tanta trascendencia sean legítimamente consideradas y ejecutadas por los poderes constituidos en conjunto con la sociedad civil.
Esto significa que no podemos pensar que en los sistemas democráticos tomemos decisiones como si fueran una empresa privada, haciendo la política en una esquina para que el propietario escoja lo que mejor le conviene desde su perspectiva económica.  Peor aún, que un grupo de tecnócratas que nadie los ha elegido, entre ellos me incluyo, creamos que sea válida por fuerza de una autoridad que carecemos, que como hemos dicho no proviene de una verdad científica indiscutible.  Si ese fuera el caso, no habría tantos criterios divergentes.
Déjenme recordar la historia económica reciente del Ecuador.  En el año 2000, cuando el presidente Mahuad decidió dolarizar lo hizo porque lo consideró políticamente adecuado en esas circunstancias y porque había una minoría que le daba autoridad para creer que podría tener éxito.  Y la decisión la tomó a pesar de que, en esas circunstancias, el mismo se había manifestado en contra a la dolarización -basta recordar sus declaraciones de salto al vacío- y de que tanto el presidente como la gerente del banco central no consideraban “técnicamente” conveniente la medida.  Sin embargo, en contra de la opinión inefable del FMI, Ana Lucia Armijos, Pablo Better, Virginia Fierro se dolarizó y el país logro salir con éxito de esa encrucijada.
En la mitología griega, el rey Midas, era un rey que todo lo que tocaba se convertía en oro.  Algunos, creen que la presencia del rey Midas sería nuestra salvación.  De hecho, yo también coincido en que la buena formación profesional y la experiencia son claves para el éxito en estas circunstancias.  Habría que preguntarse, por qué no ponemos al rey Midas a que se haga cargo y tratemos de ayudarlo todos.  Sin embargo, dejamos la economía en manos de buenas personas, pero no necesariamente las más adecuadas para el cargo.  Ya nos pasó en el ministerio de salud y antes no pasó en comercio e industrias.  Mi última recomendación, amén de todas las anteriores, es que el rey Midas se moje el poncho y de un paso al frente, todos los ecuatorianos estamos dispuesto a apoyarlo.




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