domingo, 10 de mayo de 2020

El Buen Gobierno, el Gobierno del Bien Común y la Dolarización



En esta crisis del COVID-19 se han planteado muchas interrogantes respecto de cuál decisión es la más conveniente para el gobierno.  Por ejemplo: si las cuarentenas o la inmunidad de masas, si dejar ir a los niños a las escuelas porque el virus no los afecta o no, si contagiado consigue inmunidad permanente o no, si es conveniente el tratamiento A o B, si subsidiar a los pobres e informales con transferencias monetarias o canastas de alimentos, si subsidiar a las empresas para que mantengan el ingreso de los trabajadores o dejarlas quebrar y otorgarle seguro de desempleo a los trabajadores, si financiar a las empresas viables a través de garantías del Estado a los bancos solo para las MiPYMES o todas, si el gasto público en países con monedas fuertes se financia con deuda o con emisión; en fin una serie de discusiones que no tienen respuestas únicas, y qué en muchos casos la ciencia o la economía no tiene los suficientes elementos para dar respuestas definitivas.  Un famoso periodista de CNN, Farred Zakaria, concluía que este problema es un problema demasiado difícil para dejárselo sólo a los científicos.
Surge de ordinario, ante estas circunstancias de falta de certidumbre, la necesidad de tomar una decisión.  Esta decisión es una decisión política que debería estar dirigida hacia el bien común.[1]  El problema es que éste es un concepto muy genérico que debe ser acotado y traducido a la práctica en una realidad que depende de las circunstancias y de las personas en concreto, he ahí el peso y la importancia de saber cómo decidir.  Por esto, es que es legítima la discusión respecto a algunas medidas que se están tomando en torno a la cuarenta y su eventual salida.
Sin embargo, en países como Ecuador, surgen problemas adicionales al de la decisión del bien común.  Una vez decidida una opción, de suyo discutible, el problema se traslada a quién la implementa.  Aquí entran los problemas de corrupción, de quienes compran mascarillas, esconden ventiladores mecánicos y adquieren los kits de alimentos con recursos públicos.  A pesar de lo dolorosas de las circunstancias, abundan los escándalos de sobreprecios, aumentan las compras sobre las que ganan comisiones y manipulan los procesos de contratación para beneficiar a ciertos grupos de interés.   Aquí entran también los que demuestran falta de capacidad, que deciden amortizar la deuda externa aunque reconocen que no la deben pagar por que no tienen como honrar los requisitos mínimos para los médicos y operadores de salud que están salvando a los enfermos.  También los que no tienen la autoridad para manejar los desafíos de la comunicación, y ocultan las estadísticas de contagiados y fallecidos para ser desmentidos patéticamente por periodistas extranjeros o por la cantidad de muertos en las calles que les ha obligado a hacer <<fuerzas de tarea>>.  En fin, esta es una larga historia que no me cansarían de escandalizarlos -esta es una historia que habrá que escribirla para dejar testimonio de la incapacidad de nuestros políticos para gobernar y de la sociedad para dejarse gobernar-.[2]
La capacidad de entender los problemas de esta manera nos puede ayudar a distinguir los desafíos para el gobierno que nos plantea esta crisis.  De esta manera es más factible plantear correcciones necesarias para conseguir un buen gobierno.  Un caso particular de este tipo de reformas de gobierno son las reformas económicas.  ¿Qué podemos hacer para que una buena reforma económica se convierta en una realidad política?
En este sentido, y relacionado a los temas económicas, es que quisiera hablar de una experiencia particular de la economía ecuatoriana: la dolarización del 2000 en Ecuador.  Esa decisión fue un hito en la historia del Ecuador puesto que permitió corregir el rumbo de un país que se aproximaba al despeñadero.  Un país que quebró sus bancos, su deuda pública y su moneda; pero que luego de una decisión política y económica forzada por las circunstancias se logró recuperar de lo que esperemos se mantenga como la peor crisis económica de la historia de Ecuador.[3]
Frente a la incapacidad fiscal del gobierno en la actual crisis, algo que objetivamente es responsabilidad tanto de Correa como Lenin, se considera la posibilidad de salir de la dolarización.  O al menos violar algunas reglas de la dolarización: bien sea regresando a retirar reservas líquidas como hizo el presidente Correa entre el 2015 y 2016 o retomar el proyecto de dinero electrónico sin respaldo.  Lo cierto es que una es la discusión exclusivamente desde la perspectiva económica puede omitir una gran cantidad beneficios con los que ha contribuido la dolarización.   Aunque con el riesgo de ser malinterpretado, considero que es razonable discutir la perspectiva económica de esas propuestas, después de todo si llegamos al punto de que no tenemos como financiar los gastos de salud habría que mirar a todas las opciones.  Por algo se dice que los modelos están al servicio del hombre y no al revés.  No obstante, no considero que hemos llegado a ese punto, por decirlo de alguna manera: ¡no hemos llegado entre azul y buenas noches!  Al menos no todavía.
Sin embargo, desde la perspectiva política todavía hay mucho que aprender del éxito de la dolarización que creo que no ha sido debidamente estudiado y comprendido.  Con esto me refiero a que no hemos aprendido cómo es que contribuyó la dolarización al buen gobierno cambiando las instituciones y los incentivos de los políticos para que nos dirigiéramos a un correcto bien común y lo consiguiéramos eficazmente.  Para mi estas son las principales lecciones políticas que tenemos que aprender de la dolarización.
Si no consideramos estos aspectos que ha corregido la dolarización en materia de gobierno sobre la política y la emisión de dinero, estamos condenados a salir de ella para volver a repetirlos.   Si hay algo que podemos pensar para mejorar las instituciones e incentivos para seleccionar a los políticos, para replicar el éxito de la reforma dolarizadora sobre la política monetaria en otras áreas de la economía y la política, este conocimiento sería la mejor vacuna que podríamos extraer de la crisis económica presente.
No vaya a ser que estemos tan sesgados en ver, lo exclusivamente económico, y que por querer conseguir una bocanada de aire creamos que vamos a salvar del problema a nuestra economía, y yo diría nuestra sociedad, que esta metida en problemas de mal gobierno desde mucho antes del COVID-19.  Y que probablemente seguirá metido en estos problemas mucho más tiempo después de que se ponga a disposición la vacuna.  Para una decisión semejante a salir de la dolarización habría que tomar en cuenta todo lo que nos ha aportado desde lo político, porque quizás no muramos del coronavirus pero si por culpa de los malos gobiernos y sus malas decisiones.






[1] Gobernar por el bien común ha sido una idea que ha supuesto grandes desafíos en el mundo desde la modernidad hasta la actualidad. En el contexto de este desafío se plantea la discusión de cambiar fundamentalmente las condiciones actuales y regresar a una nueva república.  Un regresar a la <<polis griega>> que se podría asociar como una de opción de retirarse a un monasterio como plantea la <<opción benedictina>>.   Prácticamente, esto supone hacer tabla raza de las instituciones, intereses y derechos de las personas para comenzar desde cero.  Es algo tan platónico que raya en lo utópico, pero dado el grado de calamidad de algunos países y ciudades del mundo en las circunstancias, no parece algo tan descabellado para algunos.
Por otro lado, el sistema de gobierno de democracia representativa vigente tiene increíbles fallas en materia de corrupción, desigualdad e ineficiencia.   Esto ha hecho posible que muchos políticos populistas, en Ecuador y en el resto del mundo, se puedan dar el lujo de criticar al sistema aun desde la acera de la incompetencia y la falta de escrúpulos morales que muchas veces son denominador común de esa clase de políticos.
Sin embargo, existe una manera diferente de mirar estos desafíos del gobierno.  Esto es, enfocándose en las correcciones institucionales y de incentivos de selección de los políticos que permitan mejorar la calidad de las decisiones del gobierno y de la eficacia con que implementan esas decisiones de los gobernantes.  No es una propuesta refundacional -como lo es regresar a la polis-, menos aún una propuesta mesiánica -como esperar al caudillo populista-.
Esta propuesta se basa en conceptos tan antiguos como la potestad y la autoridad para reformar las instituciones, pero también descansa en la comprensión de los incentivos para mejorar la selección de los políticos y funcionarios públicos que nos gobiernan.
[2] A estos problemas mencionados les denomino el problema de gobernar bien -o en el caso de Ecuador de gobernar mal-.  Este es un problema adicional al del gobierno del bien común.  Podríamos decir que el gobierno del bien común es un problema de saber decidir conforme a las preferencias que conviene a la sociedad en tanto sociedad, no en tanto preferencias de una suma individual de preferencias.  Podríamos decir que se trata de un problema de agregación de preferencias.  Por otro lado, el problema de gobernar bien, consiste en: dado un objetivo, cómo consigo las personas y los medios para alcanzarlo. Es decir, un problema humano y técnico de cómo llevar las ideas a la realidad.  En resumen, un buen gobierno es aquel que gobierna para el bien común y gobierna bien: toma sus decisiones -sin corrupción, sin ineficiencias, sin generar otros problemas mayores-.
[3] En esencia la dolarización fue un cambio institucional y de incentivos sobre los políticos y su relación con la emisión de dinero.  Para el problema en cuestión, la dolarización, fue una solución formidable.  Además, ha pagado con muy buenos dividendos adicionales a la estabilidad de precios, lo que ha permitido el desarrollo y profundización de actividades económicas que tanto bien le han hecho al país en estos 20 años, a pesar de seguir teniendo el mismo tipo de políticos de siempre.


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