domingo, 3 de febrero de 2008

La Caperucita y el 0.5% a la Salida de Divisas

Esta semana participé en un debate con los autores de la reforma tributaria. El primer tema que aborde con ellos fue el del impuesto del 0.5% a la salida de divisas, argumentando que aunque aparezca inofensivo es el peor de los impuestos creados en la reforma. Mi tesis es simple, si no hay ningún problema que resolver con la salida de capitales y hay un temor de que lo puedan usar para sacarnos de la dolarización: ¿para qué lo crearon?. La primera parte de mi argumento obedece a que hay una percepción errónea de un problema de política económica. La justificación del gobierno para crear este impuesto es que no los “capitales golondrina” desestabilizan la economía y que por tanto es necesario desincentivarlos. El primer problema con esto es que la movilidad de los flujos de capital no es dañina por sí misma, sino cuando hay alguna distorsión en la economía que haga que esa movilidad sea un problema. Ese argumento suele hacerse cuando se tiene un sistema de tipo de cambio fijo, pero eso no aplica al Ecuador dolarizado. Sin embargo, el mayor error con esta justificación es que en el Ecuador de hoy no hay ningún problema de exceso de flujos de capitales. Esto es como que un médico recete un laxante para una deshidratación, agrava el problema no lo corrige. Yo no sé en qué economía viven pero aquí no están entrando los capitales de manera que haya un temor por una fuerte salida de capitales. Más todavía, en el momento de una corrida de capitales ese 0.5% no bastará. Piensen en una persona que tengan $10,000 y no confíe en Ecuador, desistirá de sacarlos por no pagar $50 de impuestos. ¿Qué son $50 contra la posibilidad de perder $9950? Nadie en su sano juicio va a dejar de sacar la plata del país si estima que es riesgosa mantenerla en Ecuador. Ahora que no les guste esa idea, ese es otro problema. Pero para eso habrá que preguntarse qué podría estar generando esa desconfianza en primer lugar. La verdad es que muchos países del mundo han aplicado controles a la salida de capitales en momentos de crisis e incluso nosotros mismos hemos llegado a congelar los depósitos. Por tanto, ese argumento de evitar los “capitales golondrina” es falso porque se refiere a un problema que no existe, pero además es un problema que no se resuelve de la manera que proponen.Sin embargo, la razón más preocupante por la cual me opongo a este impuesto es que lo considero un riesgo contra la dolarización. La idea procede de la siguiente manera: El día de mañana uno de los oleoductos amanece roto producto de un terremoto (como sucedió en 1987). Inmediatamente, hay una contracción brutal de los ingresos fiscales y una necesidad de devaluar el tipo de cambio real. Como esto no se puede en dolarización, el gobierno tendrá la excusa ideal para sacarnos de la dolarización. Para hacerlo elevará la tasa del impuesto a la salida de las divisas a niveles prohibitivos (digamos 500%) entonces efectivamente la oferta monetaria en dólares deja de tener valor si en el país somos obligados a tener una nueva moneda. En ese momento entenderán porque creo que este impuesto fue un lobo vestido de oveja. Ojo con lo que digo, yo no profetizo la salida de la dolarización de esta manera, solamente que si se dan las condiciones para presionar en contra de la dolarización este impuesto será un mecanismo que les facilitará la manera de salirse de la dolarización. Mis colegas de debate del SRI no estimaban mi argumento como fantasioso. El problema que tienen ellos es que o son muy ingenuos respecto de las intenciones subrepticias de este impuesto o verdaderamente creen que el Ecuador hubiera estado mejor sin la dolarización en este último año de gobierno. Ninguna de las dos me parece una explicación satisfactoria, y si creen que estoy fantaseando, prefiero que sepan que prefiero el rol de la Caperucita que descubre al lobo y no al lobo que se disfraza de abuelita.¿Esta usted de acuerdo: si o no? No deje de enviarme sus comentarios.

El ICE, la CAE y los Carros: ¡Qué maravilla!

Tengo la intención de escribir acerca del proyecto de reforma tributaria, pero el formato del blog no me alcanzaría para una sola entrega. Debería escribir al menos 5 artículos para hacer justicia a lo bueno, lo malo y lo feo que allí se presenta (claro que si los lectores manifiestan ese interés a través de los comentarios con mucho gusto haré ese ejercicio). Para esta ocasión, quiero hablar de un aspecto puntual de la reforma tributaria. Pero que ilustra de manera patética como funcionan los incentivos económicos cuando cambian las reglas del juego en el tema impuestos. Esto es, se trata de un ejemplo de por qué subir impuestos no garantiza más recaudación, distorsiona el mercado y crea una oportunidad para la corrupción a través de la búsqueda de rentas.
El día Lunes 17 de diciembre, luego del envío del proyecto de reforma tributaria a la Asamblea, se publica en El Universo que se cobrará un impuesto a los consumos especiales (ICE) sobre los vehículos. ICE que se cobrará de manera escalonada: 35% para carros de más de $40 mil, 25% para carros entre $30 y $40 mil, y así en forma descendente. Las típicas excepciones para camiones, camionetas y otras de ese estilo no dejan de aparecer.
Casualmente yo he estado en búsqueda de remplazar mi carro en estos días del anuncio del proyecto en cuestión. Para que se hagan una idea, si compran un carro de $30,000 luego del ICE deberán pagar $7,500 adicionales. Si el carro fuera de $40,000 deberían pagar $14,000, pero si el carro vale $39,999 en cambio pagan $10,000, o si se trata de una camioneta no pagan nada por ICE. Este tipo de impuesto es conocido como “impuesto proporcional, progresivo con excepciones para el sector generador” como dirían los kikuyos. Más alta la tasa mientras mayor la base.
Los problemas con esto son varios. Primero problema, elevar tanto un impuesto no es sensato para aumentar recaudación. El ICE a los vehículos no generará recaudación en la magnitud que generará distorsiones sobre el sistema tributario. Por ejemplo, el impuesto a los vehículos que se aplica sobre el mismo universo no significa ni el 2% de la recaudación total del Ecuador y un cálculo a mano alzada nos dice que este ICE no llegará a duplicar ese porcentaje. De hecho, no he visto ningún estudio que acompañe los resultados esperados de esta medida. Generalmente, no los suelen hacer porque son complicados, y lo que les urge a los gobernantes es cobrar. En resumen, este impuesto si el propósito fuera recaudar es malo. Los economistas socialistas me dirán: “es que se debe mandar una señal de que se quiere redistribuir la riqueza”.
Segundo problema, genera distorsiones exageradas. Un carro por un centavo mas barato puede llegar a tributar hasta $4,000 mas, y si es camioneta puede llegar a pagar $14,000 menos. Súbitamente, nos han alterado los criterios de elección para preferir camionetas mas baratas. Esto porque las camionetas, se dice, ayudan al sector que produce. Sin embargo, no se consideran a los carros a Diesel que consumen menos del subsidio a los combustibles o carros con un motor de una combustión mas limpia para el medio ambiente. Como si la señal de gravar con un impuesto específico a los carros no pudiera enviarse para reducir el impacto en el medio ambiente de la combustión, y el impacto en las cuentas fiscales por los subsidios a los combustibles, entre otras. Pero no, “es que se debe mandar una señal de que se quiere redistribuir la riqueza”.
Tercer problema, este tipo de tasa creciente con el valor va a producir búsqueda de rentas. ¿Qué cree va a pasar ahora que por un centavo menos un carro vale hasta 10% menos? Pues que en la CAE todos los carros que antes valían $40,000 empezarán a valer $39,999 y así similarmente con los otros rangos de precio. Y los agentes de aduana encontrarán maneras “creativas” de desglosar la importación para que los carros no entren en los rangos superiores. Aunque por supuesto, no faltará el burócrata que propondrán sanciones draconianas para evitar esta corrupción. Pero claro, nunca se atrevan a decirle que el problema fue haber diseñado ese sistema progresivo en primer lugar, porque el problema “es que se debe mandar una señal de que se quiere redistribuir la riqueza”.
Por ultimo, el solo anuncio de la elevación del impuesto ya ha generado una conducta para beneficiarse de la medida. Vaya usted a comprar un auto y todos le dirán, o que están haciendo inventario (¡unos están haciendo inventario desde el 22 de diciembre!) y otros dicen que los carros les salen de aduanas el 2 de Enero. ¿Qué sucede? Debido al alza del ICE todo el stock de vehículos nuevos y usados ha sido revalorizado porque ahora el costo oportunidad de un carro es 15%, 25% o 35% mas caro que antes. En consecuencia todo el que vende un auto quiere aprovecharse para vender el suyo más caro. Esta bien, así funcionan los incentivos económicos. La única desfachatez es que dicen que estos carros están llegando y se desaduanizarán el 2 de enero. Por eso digo: ¡qué alegría saber que tenemos una CAE tan eficiente que trabaja hasta el 1 de enero! Sin embargo a mis amigos los economistas socialistas les tendré que decir imagínese que seria si el objetivo no fuera “que se debe mandar una señal de que se quiere redistribuir la riqueza”. ¡Ups!…ahora les he dado pistas.
¿Esta usted de acuerdo: si o no? No deje de enviarme sus comentarios. Si acaso desea que escriba acerca de la propuesta de reforma tributaria no dude en hacérmelo saber.

Ley de Equidad Tributaria: Justicia y Eficiencia (II Parte)

Aclarado que el argumento de justicia distributiva que nos da el gobierno no es técnico sino político. Y que esa justificación, en lo que dice relación a la elevación de impuestos progresivos, contradice el principio de justicia distributiva que nos ensena la Ética. Ahora hablemos de los criterios económicos para evaluar a determinados tipos de impuestos desde una perspectiva técnica:
Eficiencia
Impactos Macroeconómicos
Simplicidad Administrativa
Búsqueda de Rentas
El argumento al que los economistas siempre nos referiremos en materia de impuestos es la eficiencia. Analicemos un impuesto imaginario sobre los años viejos. Para fin de año, yo deseaba comprar un ano viejo de Correa y aceptaba pagar hasta $30. Había comerciantes que los vendían desde $20 dólares, quizás porque tenían costos oportunidad de $10 para esa actividad. Para mí, comprar por $20 algo que estaba dispuesto a pagar por $30 significa una ganancia de $10. Estos $10 dólares son una ganancia que la denominaré el excedente de los consumidores. Si gravaran los años viejos con un impuesto del 100%, ahora ese año viejo de costaría $40. Yo no lo compraría, aunque habría otros que seguirían contentos porque tienen una disposición a pagar de $50 o mas. ¿Qué pasa? Al imponer un impuesto, el precio de venta es mas alto, los productores ganan lo mismo por producto aunque venden menos, pero al cobrar más hay una transferencia hacia el Estado. Sin embargo, ese excedente que yo recibía por comprar el año viejo ahora no lo tengo, pero como no he comprado nada, tampoco se lo he dado al Estado. Diremos que ese excedente se ha perdido de manera irrecuperable de la economía.
La pérdida irrecuperable de la economía es la lógica de la eficiencia con la que los economistas analizamos los impuestos. Decimos entonces que los impuestos son malos económicamente porque podemos optar por no pagarlos reduciendo así: consumo (como en el caso del ICE), inversión (como en el caso de impuesto a los activos), esfuerzo laboral (como en el caso de la elevación del impuesto a la renta de las personas), etc. Lo que debe quedar claro es que un impuesto no crea valor, sino que lo distribuye, pero en su implementación crea incentivos para que no se paguen lo que reduce la eficiencia de la economía.
Impactos Macroeconómicos. Por ejemplo, al decidir un impuesto a los activos afecta la demanda de capital de las empresas para producir. Y de esta manera puede haber un impacto sobre el nivel de producción importante.
Simplicidad Administrativa. Por ejemplo, hay impuestos cuya introducción supone una creación de una serie de controles y burocracia que puede reducir el beneficio neto del impuesto hasta llegar a desaparecerlo.
Búsqueda de Rentas. Este es un tema de la economía política que los legisladores suelen olvidar. La idea es que toda vez que se crea una regulación o un impuesto se crea una oportunidad para evadir o corromper. Si el incentivo es muy fuerte puede que la medida no tenga sentido en primer lugar. Por ejemplo, si yo introduzco un impuesto como el de la salida de capitales y cuyo cumplimiento exceptúa a una serie de transacciones que serán revisadas por un funcionario público, lo que estoy creando es un incentivo para que aquel que tenga que pagar el impuesto haga lobby para que sus transacciones entren dentro de las excepciones. En resumen, el sector privado se dedicará a convencer al funcionario público para que lo favorezca. Lo que genera una serie de actividades improductivas para la economía (almuerzos con ministros, invitaciones y regalos a funcionarios) y una aumento de la corrupción (reduce la seguridad jurídica) cuyos costos superan los beneficios financieros del impuesto para el Estado.
Con estos criterios iremos evaluando algunos de los impuestos y reformas propuestas en la Ley de Equidad Tributaria en los próximos artículos. ¿Esta usted de acuerdo: si o no? No deje de enviarme sus comentarios.

Ley de Equidad Tributaria: Justicia y Eficiencia (I Parte)

Esta es la primera entrega de una serie en donde trataré varios temas de la Ley de Equidad Tributaria. En este artículo empezaré de las motivaciones de la Ley. En el siguiente artículo presentaré una serie de criterios económicos con los cuales debería analizarse los impuestos. Luego en artículos sucesivos analizaré, conforme el orden que me soliciten los lectores, algunos de los impuestos y reformas que se proponen en la mencionada Ley: 1) un impuesto a la salida de capitales, 2) los impuestos a las tierras y de los activos en general, 3) el impuesto a la renta y sus anticipos (personas, empresas y herencias), 4) eliminación de preasignaciones y donaciones, y 5) las propuestas para reducir la evasión.
El problema más grave con los impuestos es que hay que pagarlos. Curiosamente, este no es un problema económico, es un problema moral. Pues como economista, no hay mejor impuesto que el que no existe; o para algunos, peor todavía, no hay mejor impuesto que el que no se paga. El primer paso que hay que dar para analizar los impuestos es reconocer que los impuestos se tienen que recaudar por que hay un Estado que los necesita. Podríamos entrar a discutir ¿qué debe hacer el Estado?, pero igual habría que recaudar algo, mas o menos según nuestro modelo de Estado. Y esa pregunta debe plantearse porque no se puede pretender recaudar y recaudar ad infinitum, tiene que haber un límite, sobretodo frente al patético fracaso del Estado socialista alrededor del mundo.
En esta reforma tributaria, Carlos Marx de Cuenca nos habla de “justicia distributiva”. Pensemos en un ejemplo. Suponga que el SRI le quita un centavo a cada uno de los ecuatorianos y se lo entrega a los niños de la calle. Si yo me intereso más por los niños de la calle que por ustedes preferiré esa política. Pero un tercero neutral probablemente este indiferente. El problema es que los impuestos que se cobran son los que se gastan y un mal se cancela con un bien. Por tanto la economía como ciencia no tiene como valorar esa distribución. ¿Pero dónde entra lo de justicia distributiva? No obstante la necesidad de que haya un Estado y de que la mayoría quisiera acabar con la indigencia infantil, esto no justifica el que la estructura de impuestos sea excesivamente progresiva bordeando lo confiscatorio, pues la justicia distributiva habla de proporcionalidad y no de progresividad. Los problemas, esto si económicos, que generan los impuestos los trataré en el siguiente articulo pero tienen que ver con la lógica de la eficiencia.
El problema de la idea de justicia distributiva de Marx de Cuenca es que se parece más a la de Marx de Alemania “una estructura de impuestos progresivos…a través del cual el proletariado impondrá su supremacía política para pelear todo el capital de burguesía y centralizar los instrumentos de la producción en manos del Estado” (Marx y Engel, 1848). Sin embargo, Aristóteles define la justicia distributiva de otra manera, ver Ética a Nicómaco, “Lo justo es, pues, esto: lo proporcional, y lo injusto, lo que va contra lo proporcional. Un término es mayor y otro menor como ocurre en la vida práctica: el que comete injusticia se atribuye mas de lo bueno que le corresponde, y el que padece injusticia, menos de lo bueno que le corresponde”. La diferencia esta en que la justicia distributiva habla de proporcionalidad y no de progresividad. Proporcionalidad significa dar más si es que más se tiene, progresividad es dar cada vez más cuando más se tiene en una proporción creciente. No es que sea dogmatico, pero el problema con la progresividad es que genera distorsiones económicas (como lo mencionaré en el siguiente artículo) y además no hay una justificación ética para ello. Nótese, que yo estoy de acuerdo con acabar con la indigencia infantil, pero los dejo a ustedes pensando en este tema para que no se dejen impresionar por el discurso de justicia distributiva, pues es equivocado.
El problema que plantea la redistribución de los impuestos es válido en tanto hayan otros impuestos que sean regresivos (lo contrario a progresivo). Pero debe ser resuelto incluyendo todo el ámbito de la política fiscal: tanto en los impuestos como en el gasto. Por ejemplo, la mejor manera de reducir la regresividad de los impuestos a los pobres es que el gobierno gaste bien. Esto ha sido validado empíricamente para la política fiscal de Chile por Engel (un economista chileno mas no el ideólogo del comunismo). Solo un ejemplo, si en educación puedo asegurar un sistema de educación pública que tenga bachilleres de clase mundial (India lo tiene), y un sistema universitario de élites intelectuales y no económicas (todos los hindúes terminan estudiando en las mejores universidades del mundo becados), la distribución del ingreso sería más justa (pero a los socialistas ecuatorianos se le metió en la cabeza en los 70 que deberíamos asegurar libre entrada a la Universidad y los anarco-comunistas del MPD se tomaron la educación básica para politizarla). La evidencia empírica de los estudios en el resto del mundo sobre el tema distribución de ingresos muestra que la educación es el factor más importante para predecir el ingreso de la persona, y no veo porque no lo deba de ser así en Ecuador.
En resumen, la justicia distributiva no justifica la progresividad en los impuestos, pero sí debemos pensar en la redistribución mirando a los impuestos y al gasto publico en su conjunto.
Ahora desde el punto de vista económico, la propuesta del gobierno es bastante ineficiente al crear impuestos cuya capacidad de recaudación es limitada, es administrativamente mala porque asume una inocencia absoluta de las personas a les toque pagar los nuevos impuestos dejando de lado aspectos de discrecionalidad y corrupción que no son menores. Y sobre todo, es bastante desbalanceada al procurar objetivos de redistribución solo a través de los impuestos y no del gasto. Si algo de bueno encuentro, son algunas de las medidas para reducir la evasión como: la retención por pago de intereses al extranjero y el limitar el sale-lease back.
Continurá en el siguiente artículo…