Prepárate para la guerra para que vivamos en paz, decía Cicerón. Y así titulaba mi entrega respecto a lo que opinaba de las protestas del 2019 hace casi tres años atrás: Si vis Pacem, para Bellus. Más allá de todo lo que se pueden decir de cómo finalmente se abatió la protesta y cómo el país regreso a su calma desde el 13 de octubre, hoy me parece que estamos pagando las consecuencias de otorgar amnistía a los responsables de los actos de subversión de esa época.
Hoy nos enfrentamos a la idea de
que el derecho a protesta social es sinónimo de derecho a hacer lo que me venga
en gana. Actos de violencia como el vandalismo a infraestructura petrolera,
plantaciones florícolas, carros de policía; amén de: saqueos, secuestros y
atentados contra la vida (directos e indirectos - al suspender las vías que
comunican centros médicos y hospitales). En el relato de los desestabilizadores
quedaron los 8 protestantes que murieron, muchos de ellos en condiciones
accidentales, pero hubo al menos 400 policías heridos en los enfrentamientos y
dos civiles muertos resultado de impedir que ambulancias o heridos transiten
hacia su destino a pesar de no tener ningún vínculo con las protestas de ese
entonces. Eso son las víctimas
silenciosas de la violencia.
Hay dirigentes estudiantiles, como el que
entrevista Boscan, que afirman que es completamente legítimo el recurso a
la violencia porque hace falta hacer escuchar la voz de los manifestantes. En mi opinión, la visión de izquierda de este
tema estaba afincada en las ideas respecto a la violencia de Walter Benjamin,
un pensador judío-alemán que se suicidara tempranamente durante la II Guerra
Mundial. Su argumento era criticar la
idea de la legitimidad de la violencia independiente de si es un medio para un
fin sino como opuesto al orden. Argumentaba
en Para una crítica de la violencia:
<<La violencia como
medio es siempre o bien fundadora de derecho o conservadora de derecho. En caso de no reivindicar alguno de estos dos
predicados, renuncia a toda validez>>.
Nótese la diferencia de lo que
decía el Benjamin con lo que propone el movimiento violentista liderado por Iza
y compañía, como claramente lo exponen en su libro Estallido, para que a nadie
le quede un espacio a la duda:
<<Octubre raya en la
epopeya. Acontecimiento preñado de
rebeldía. Síntesis del trabajo voluntario masivo y de la honda capacidad
destructiva/constructiva de los populares…Pero esta hazaña, a pesar de todo,
dista aún de alcanzar el fondo de necesaria radicalidad del verso
subversivo. No fue aún Revolución. ¿Qué
demanda la historia para que el esfuerzo de la clase trabajadora decadente en
una sociedad construida a su imagen y semejanza? Entre otros aspectos, que la
vanidad y el espíritu de secta de la izquierda, y de la humanidad, se hagan añicos,
y tras naufragar en sus propias nimiedades, se tornen en forma mancomunada de
sensatez y voluntad de poder>>.
Es una apología a la violencia
por la violencia y por tanto renunciaría a toda validez. Pero, aunque ellos creen
referir a Benjamin párrafos mas adelante, parece que no entienden su tesis de violencia
como manera generadora de orden. Que si cualquier cosa justifica la tesis que
yo propongo: que la violencia justifica la necesidad de un orden impuesto por
la fuerza, que explico a continuación
¿Qué respuesta política podemos
dar a un estado de violencia como el que nos aprestamos a repetir? Si la
protesta social es una excusa para anarquizar el país, y el régimen democrático
normal no sabe cómo lidiar con procesos violentos como la contención de
protestas anárquicas. La solución es el
estado de excepción. Esto es, pensando como
en el caso chileno, no seamos democráticos hasta el extremo de que dejemos que
los violentos antidemocráticos acaben con la democracia. De manera que, cuando mañana
vivamos en una anarquía, algunos puedan decir que cuando en democracia nunca
fuimos autoritarios, sino que derechamente pasamos a una anarquía. El estado de excepción es la única forma de
salir de esta paradoja.
Por eso el mismo el romano Cicerón,
y por eso se dice todos los caminos conducen a Roma, también decía que cuando
las armas hablan las leyes callan -inter arma, silent leges. Esto mismo es lo que se requiere hacer en el
Ecuador, que se interponga un recurso para parar a raya la escalada violenta
antes de que tengamos que sufrir las consecuencias.
Finalmente, conviene una
reflexión respecto al recurso de la protesta social en democracia. En este sentido, debemos reconocer el
significado de que convivimos en una sociedad de iguales y libres como nos
enseñaron el mundo cristiano y la Ilustración.
Y, por tanto, la forma de participación política puede excepcionalmente ser
activista y protestante, pero de ordinario, el ciudadano debe ejercer la política
a través de una convivencia pacífica. Porque imponer nuestros puntos de vista a la
fuerza es esencialmente antidemocrático y por tanto en alguna medida
injusto. Salvo que, para contadas
excepciones, la protesta proteja a la sociedad contra una injusticia superior
causada por un gobernante. Por eso las
grandes protestas históricas han sido consideradas legítimas, usualmente porque
son contra un sistema autoritario que de otra manera no los deja participar,
que obviamente no es el caso ecuatoriano, aunque Iza se empeñe en hacernos
creer lo contrario.
Si prima la ley de los violentos,
¿qué nos queda al resto sino abrazar el reino del hombre del puño mas fuerte?
¿Hacia allá queremos ir? Por lo menos que no se diga: <<que el haber
arrestado fue malo aunque también fue bueno -parafraseando a La Posta en la
referida entrevista>>. Pues esa falta de claridad sobre lo que está
pasando impide juzgar adecuadamente los actos de gobierno que estamos presenciando.