miércoles, 20 de mayo de 2020

Desdolarización y Federalismo: una cucharada de la misma medicina


Desdolarizar no ha sido una propuesta abanderada por ningún grupo político de relevancia en el país.  Pero es una propuesta velada de algunos, que no teniendo la frontalidad para proponerla púbicamente, piensan que está dentro del conjunto de soluciones para los problemas económicos de nuestro país. Afortunadamente, para aquellos que creemos que desdolarizar no es una solución a nada, la dolarización goza por ahora de un enorme apoyo popular, según los politólogos, gozan del apoyo del “votante medio”. 

Por el contrario, federalismo sí es algo que se está ventilado, vean por ejemplo un hilo en Twitter de Pablo Arosemena y la opinión en El Universo de Pedro Valverde.  En este caso, se está discutiendo esta posibilidad por el lamentable fracaso del gobierno central en el manejo de la crisis de salud en Guayaquil; rodeado de escándalos de corrupción en los hospitales del IESS y de una incompetencia que los llevo a esconder a los muertos y tratar de manipular la información de la situación verdadera.  En realidad, es una situación criticable desde todo punto de vista.  Sin embargo, no es menos cierto que en esta crisis la gestión municipal ha estado bajo par, por decirlo de manera elegante.  Por tanto, concluir sobre la base de la coyuntura de que lo que conviene es un Estado federal a mi me parece un argumento sin fundamento. “Queda claro el modelo unitario ha fracasado en el Ecuador” sobre una columna de 500 palabras no es ni remotamente una evidencia para sostener esa afirmación.

¿Dónde está la justificación para conocer cómo vamos a asumir las competencias de salud, educación, seguridad, y obra pública sin tener un planteamiento de cómo se deben financiar estos ingresos a partir de los impuestos nacionales? ¿Cómo estamos seguros que muchas de esas competencias no se van a conseguir de manera más eficiente a nivel cantonal en un país con tantas ciudades pequeñas que no permiten llegar a los mínimos que requieren las economías de escala? ¿O sólo estamos pensando en Guayaquil, o que los gobiernos municipales no son corruptos?  No menos reprochable es catapultarse en el sentimiento regionalista que provocó un conflicto entre <<monos y serranos>> al inicio de la pandemia -no creo que ustedes lo quieran, pero el timing de la idea lo hace inevitable.  ¿Quién les ha dicho que el futuro de un país se puede construir sobre la base de una cultura de odio semejante? Más allá de que hay razones para criticar a un centralismo que siempre debe detenerse a raya porque convive en la clase política ecuatoriana como actitud irresponsable. Existen más preguntas que respuestas ante una recomendación semejante.

Albert Hirschman, un famoso intelectual del mundo del desarrollo decía que las estrategias de la política son salida, denuncia o lealtad como maneras de confrontar al poder.  En cierto sentido, una sana autonomía exige denuncia cuando hay abusos o fallas graves del poder central, pero esta amenaza de salida planteada me parece que raya en lo descabellado.  Algo así como: “veo que me conviene y lo digo”, no importa que no le convenga al país, o ni siquiera tenga un plan que justifique mi tesis.

Podría trasladar esta actitud a la de las futuras reacciones de los desdolarizadores solapados.  Y estoy seguro, que muchos de los federalistas rechazarían cualquier intentona en este sentido.  Pero piénsenlo un poco más.  En momentos en que la crisis fiscal se apresta a arreciar contra la dolarización como una política de <<aritmética monetarista desagradable>>, en la mitad de este problema, ¿qué creen que consideran cómo la mejor estrategia los principales opositores de la dolarización? Lealtad, denuncia o salida. 

No me pregunten a mi, pregúntense ustedes mismos.  ¿Es momento de plantear ideas como el federalismo? No será que nos saldrán los desdolarizadores, tan pronto se pierda el apoyo del votante medio, y les den una cucharada de su propia medicina.  Por favor, guayaquileños, serenidad y prudencia en estos momentos tan aciagos que vive el país.  No es el momento de recomendar que algo es malo porque tiene costos. Mejor dicho, nunca es momento para eso, pero hoy por hoy, menos todavía.  Analicemos las decisiones y sopesemos sus beneficios contra sus costos.  Es el neto el que debemos ver, el beneficio neto. Y siempre desde una lógica del bien común general que es Ecuador, no desde la lógica del bien común particular que puede ser mi casa, mi hacienda o mi cantón.

Pablo. Tú eres un político joven, y se puede comprender si ha sido su ímpetu por cambiar, lo que te llevó a promover esto.  Pero por favor, corrige Pablo, corrige.  Pedro, tú eres abogado, trabajemos las ideas primero: qué criterios políticos y legales quieres interponer para implementar y proponlo, discútelo, defiéndelo sobre la base de propuestas cuantificadas, fundamentadas jurídicamente y de viabilidad política.

Si me argumentan contundentemente cómo el federalismo va a resolver los verdaderos problemas del país, me encantaría conocer de qué manera esto será posible.  Hasta mientras, no vaya a ser que inauguremos la era de las políticas kamikaze en el Ecuador, y cada uno jalando para su lado, sin dolarización, con un estado desmembrado con federaciones del tamaño de pequeñas tribus africanas, con una corrupción descontrolada, el país pierda cualquier esperanza por los malos gobiernos.  Hirschman también decía que a veces falta llegar a los extremos para lograr cambios.  Pero eso, no es lo mismo, que decidirse a extremar las medidas es un cambio para bien, no confundamos los conceptos.

domingo, 17 de mayo de 2020

Cash is King: version para empresas


En el verano del 2005 trabajé en Nueva York para un banco alemán que operaba en esa ciudad.  Una de mis tareas era evaluar el riesgo de ciertas empresas que tenían operaciones de crédito o tenían acciones en bolsa con gestión corretaje del banco.  Cuando le pedí un consejo práctico de como enfocar mi trabajo para poder olfatear mejor los problemas, mi jefe, un veterano de la industria me respondió: “En el negocio del crédito el efectivo es el que manda, fíjate en todo lo que ha movido o podría mover los drivers del flujo de caja”. Y terminó recordándome que nunca me olvide que: “¡Cash is King!”.

En la mitad de la crisis del coronavirus ha salido una publicación sobre la liquidez de las empresas del Ecuador, realizado en conjunto con la ESPOL, la UESS y la Superintendencia de Compañías (SIC).  El título me enganchó: “Flujo de Caja y Dias de Resistencia sin Efectivo en Tiempos de Covid-19”.  Su conclusión más general es que las empresas no podrán sobrevivir con su flujo de caja más de 28 días en cuarentena.  Se hace un análisis por sectores, y un análisis por tamaño, y se detallan conclusiones más específicas para cada caso.

El ejercicio me pareció interesante.  En primer lugar, porque el efectivo es la única reserva para hacer frente a obligaciones salariales en el caso de que no se muevan las ventas o las cuentas por cobrar, después de todo de ahí viene la afirmación de que “Cash is King”.  Además, porque de toda la información contable que hay en un balance, la mas difícil de manipular en un conjunto tan amplio como las empresas de un país es la cuenta de bancos o caja.  Al menos, el auditor puede confirmar los saldos de bancos con los estados de cuenta que les entregan los bancos a las empresas y los reguladores la pueden cruzar con la información en los bancos si llegara a ser necesario.

Pero mi alegría me duró poco tiempo, puesto que era un estudio a los balances anuales presentados a diciembre del 2018 a la SIC, que ordinariamente se hace en marzo de todos los años.  Tampoco había un análisis que permitiera afirmar que el saldo estudiado fuera representativo de todos los años, o que fuera representativo de todos los meses.  Sospecho que es todo lo contrario, que varía mucho a lo largo del tiempo, y que varía mucho a través del corte transversal que son las empresas.  Esto me hace pensar que para el diseño de recomendaciones es algo que debe ser tomado con las debidas precauciones que esta consideración amerita. 

En todo caso, se me ha ocurrido una idea que podría ser muy útil para las empresas y los hacedores de política en esta crisis.  Y además calza muy bien para realizarse en tiempos del teletrabajo.  Se trata de presentar balances trimestrales a la SIC de manera semejante a como hacen las empresas americanas según el US GAAP.  Para el caso ecuatoriano mi recomendación es que se haga una reforma para que la SIC los empiece a recibir a partir del primer semestre del 2020 y de ahí continúe trimestralmente en septiembre, diciembre, marzo y junio de todos los años.  El objetivo es conseguir información oportuna y relevante para que las empresas puedan comunicar a sus stakeholders claramente como está siendo su comportamiento, en esta crisis en particular, y para el resto del tiempo en general.  Esto permitiría por ejemplo distinguir los resultados pre-cuarentena, en cuarentena y post-cuarentena.

También permitiría a los bancos mejorar la calidad de sus decisiones de crédito y a los reguladores formular mejores propuestas para asistir a las empresas durante esta crisis; asi como permitirles a los investigadores que desarrollen estudios relevantes en tiempo real.

Ya me saldrán al paso las criticas; que esto es mucha información para revelar al público dirán algunos, que exige más trabajo a la contabilidad de las empresas, que implicará un costo de mayor auditoria para alicaída economía de las empresas y que de todas maneras la información no es muy útil.

A la primera de las criticas respondería que esta información es para beneficio de todas las partes, y si es que hubiera un valor en justificar que esta información no sea pública (la información anual ya lo es) tampoco sería un problema que la información trimestral sea manejada por la CIA y entregada codificada a los investigadores.  Para la segunda crítica, debo responder que toda empresa seria debería tener la información contable y financiera al día para que sea un soporte para la correcta toma de decisiones, entregarla a la SIC sería solo un mero trámite.  Para la idea de que podría ser un costo adicional de auditoria podría responder que una verdadera auditoria debe tener controles periódicos e indicadores que ayuden a alertar problemas a la administración de un posible desvío de los principios generalmente aceptados de contabilidad.  A no olvidar que una buena auditoria tiene valor no solo para las autoridades de control sino para los mismos accionistas respecto de su personal de contabilidad dentro de la empresa.  Pero, por último, podríamos obviar el requisito de que sean balances auditados trimestralmente, conservaríamos los estados anuales auditados con la condición de que no pueda variar las cifras presentadas en los reportes de cada trimestre.  Finalmente, algunos empresarios no verán mucho valor al entregar la información desde su perspectiva, pero como lo hemos dicho, para los hacedores de política sería muy útil -no todo lo que parece bueno a nivel individual es bueno a nivel agregado-.  Solo como una muestra, yo estaría muy interesado como se comporta la cuenta bancos y la cuenta caja a lo largo del tiempo y en un mismo momento dentro de las distintas empresas, de manera de poder pensar cómo facilitar la creación de mecanismos que creen liquidez como el dinero electrónico, las transferencias interbancarias, la securitización de activos, entre otros.

Y por supuesto, en estos tiempos de teletrabajo, donde además existe la facturación electrónica, los sistemas de información, las bases de datos asequibles de manera remota este paso no es ni remotamente tan complejo como lo han dado las empresas que otros países llevan informando trimestralmente desde hace más de cuatro décadas.

Me parece que esta iniciativa de acelerar la frecuencia de entrega de información financiera de las empresas a la SIC es un ejercicio del que todos ganamos y no me parece que tendría mucho costo.  Podríamos acceder a una de las piezas mas valiosas de información para que las empresas, los bancos y los reguladores puedan evitar decisiones equivocadas, cuando como decía mi jefe gringo, los problemas en una empresa arrecian: Cash is King.  Esta sería una reforma, y nunca mejor utilizada la expresión, que se encuentra a distancia de un click.

domingo, 10 de mayo de 2020

El Buen Gobierno, el Gobierno del Bien Común y la Dolarización



En esta crisis del COVID-19 se han planteado muchas interrogantes respecto de cuál decisión es la más conveniente para el gobierno.  Por ejemplo: si las cuarentenas o la inmunidad de masas, si dejar ir a los niños a las escuelas porque el virus no los afecta o no, si contagiado consigue inmunidad permanente o no, si es conveniente el tratamiento A o B, si subsidiar a los pobres e informales con transferencias monetarias o canastas de alimentos, si subsidiar a las empresas para que mantengan el ingreso de los trabajadores o dejarlas quebrar y otorgarle seguro de desempleo a los trabajadores, si financiar a las empresas viables a través de garantías del Estado a los bancos solo para las MiPYMES o todas, si el gasto público en países con monedas fuertes se financia con deuda o con emisión; en fin una serie de discusiones que no tienen respuestas únicas, y qué en muchos casos la ciencia o la economía no tiene los suficientes elementos para dar respuestas definitivas.  Un famoso periodista de CNN, Farred Zakaria, concluía que este problema es un problema demasiado difícil para dejárselo sólo a los científicos.
Surge de ordinario, ante estas circunstancias de falta de certidumbre, la necesidad de tomar una decisión.  Esta decisión es una decisión política que debería estar dirigida hacia el bien común.[1]  El problema es que éste es un concepto muy genérico que debe ser acotado y traducido a la práctica en una realidad que depende de las circunstancias y de las personas en concreto, he ahí el peso y la importancia de saber cómo decidir.  Por esto, es que es legítima la discusión respecto a algunas medidas que se están tomando en torno a la cuarenta y su eventual salida.
Sin embargo, en países como Ecuador, surgen problemas adicionales al de la decisión del bien común.  Una vez decidida una opción, de suyo discutible, el problema se traslada a quién la implementa.  Aquí entran los problemas de corrupción, de quienes compran mascarillas, esconden ventiladores mecánicos y adquieren los kits de alimentos con recursos públicos.  A pesar de lo dolorosas de las circunstancias, abundan los escándalos de sobreprecios, aumentan las compras sobre las que ganan comisiones y manipulan los procesos de contratación para beneficiar a ciertos grupos de interés.   Aquí entran también los que demuestran falta de capacidad, que deciden amortizar la deuda externa aunque reconocen que no la deben pagar por que no tienen como honrar los requisitos mínimos para los médicos y operadores de salud que están salvando a los enfermos.  También los que no tienen la autoridad para manejar los desafíos de la comunicación, y ocultan las estadísticas de contagiados y fallecidos para ser desmentidos patéticamente por periodistas extranjeros o por la cantidad de muertos en las calles que les ha obligado a hacer <<fuerzas de tarea>>.  En fin, esta es una larga historia que no me cansarían de escandalizarlos -esta es una historia que habrá que escribirla para dejar testimonio de la incapacidad de nuestros políticos para gobernar y de la sociedad para dejarse gobernar-.[2]
La capacidad de entender los problemas de esta manera nos puede ayudar a distinguir los desafíos para el gobierno que nos plantea esta crisis.  De esta manera es más factible plantear correcciones necesarias para conseguir un buen gobierno.  Un caso particular de este tipo de reformas de gobierno son las reformas económicas.  ¿Qué podemos hacer para que una buena reforma económica se convierta en una realidad política?
En este sentido, y relacionado a los temas económicas, es que quisiera hablar de una experiencia particular de la economía ecuatoriana: la dolarización del 2000 en Ecuador.  Esa decisión fue un hito en la historia del Ecuador puesto que permitió corregir el rumbo de un país que se aproximaba al despeñadero.  Un país que quebró sus bancos, su deuda pública y su moneda; pero que luego de una decisión política y económica forzada por las circunstancias se logró recuperar de lo que esperemos se mantenga como la peor crisis económica de la historia de Ecuador.[3]
Frente a la incapacidad fiscal del gobierno en la actual crisis, algo que objetivamente es responsabilidad tanto de Correa como Lenin, se considera la posibilidad de salir de la dolarización.  O al menos violar algunas reglas de la dolarización: bien sea regresando a retirar reservas líquidas como hizo el presidente Correa entre el 2015 y 2016 o retomar el proyecto de dinero electrónico sin respaldo.  Lo cierto es que una es la discusión exclusivamente desde la perspectiva económica puede omitir una gran cantidad beneficios con los que ha contribuido la dolarización.   Aunque con el riesgo de ser malinterpretado, considero que es razonable discutir la perspectiva económica de esas propuestas, después de todo si llegamos al punto de que no tenemos como financiar los gastos de salud habría que mirar a todas las opciones.  Por algo se dice que los modelos están al servicio del hombre y no al revés.  No obstante, no considero que hemos llegado a ese punto, por decirlo de alguna manera: ¡no hemos llegado entre azul y buenas noches!  Al menos no todavía.
Sin embargo, desde la perspectiva política todavía hay mucho que aprender del éxito de la dolarización que creo que no ha sido debidamente estudiado y comprendido.  Con esto me refiero a que no hemos aprendido cómo es que contribuyó la dolarización al buen gobierno cambiando las instituciones y los incentivos de los políticos para que nos dirigiéramos a un correcto bien común y lo consiguiéramos eficazmente.  Para mi estas son las principales lecciones políticas que tenemos que aprender de la dolarización.
Si no consideramos estos aspectos que ha corregido la dolarización en materia de gobierno sobre la política y la emisión de dinero, estamos condenados a salir de ella para volver a repetirlos.   Si hay algo que podemos pensar para mejorar las instituciones e incentivos para seleccionar a los políticos, para replicar el éxito de la reforma dolarizadora sobre la política monetaria en otras áreas de la economía y la política, este conocimiento sería la mejor vacuna que podríamos extraer de la crisis económica presente.
No vaya a ser que estemos tan sesgados en ver, lo exclusivamente económico, y que por querer conseguir una bocanada de aire creamos que vamos a salvar del problema a nuestra economía, y yo diría nuestra sociedad, que esta metida en problemas de mal gobierno desde mucho antes del COVID-19.  Y que probablemente seguirá metido en estos problemas mucho más tiempo después de que se ponga a disposición la vacuna.  Para una decisión semejante a salir de la dolarización habría que tomar en cuenta todo lo que nos ha aportado desde lo político, porque quizás no muramos del coronavirus pero si por culpa de los malos gobiernos y sus malas decisiones.






[1] Gobernar por el bien común ha sido una idea que ha supuesto grandes desafíos en el mundo desde la modernidad hasta la actualidad. En el contexto de este desafío se plantea la discusión de cambiar fundamentalmente las condiciones actuales y regresar a una nueva república.  Un regresar a la <<polis griega>> que se podría asociar como una de opción de retirarse a un monasterio como plantea la <<opción benedictina>>.   Prácticamente, esto supone hacer tabla raza de las instituciones, intereses y derechos de las personas para comenzar desde cero.  Es algo tan platónico que raya en lo utópico, pero dado el grado de calamidad de algunos países y ciudades del mundo en las circunstancias, no parece algo tan descabellado para algunos.
Por otro lado, el sistema de gobierno de democracia representativa vigente tiene increíbles fallas en materia de corrupción, desigualdad e ineficiencia.   Esto ha hecho posible que muchos políticos populistas, en Ecuador y en el resto del mundo, se puedan dar el lujo de criticar al sistema aun desde la acera de la incompetencia y la falta de escrúpulos morales que muchas veces son denominador común de esa clase de políticos.
Sin embargo, existe una manera diferente de mirar estos desafíos del gobierno.  Esto es, enfocándose en las correcciones institucionales y de incentivos de selección de los políticos que permitan mejorar la calidad de las decisiones del gobierno y de la eficacia con que implementan esas decisiones de los gobernantes.  No es una propuesta refundacional -como lo es regresar a la polis-, menos aún una propuesta mesiánica -como esperar al caudillo populista-.
Esta propuesta se basa en conceptos tan antiguos como la potestad y la autoridad para reformar las instituciones, pero también descansa en la comprensión de los incentivos para mejorar la selección de los políticos y funcionarios públicos que nos gobiernan.
[2] A estos problemas mencionados les denomino el problema de gobernar bien -o en el caso de Ecuador de gobernar mal-.  Este es un problema adicional al del gobierno del bien común.  Podríamos decir que el gobierno del bien común es un problema de saber decidir conforme a las preferencias que conviene a la sociedad en tanto sociedad, no en tanto preferencias de una suma individual de preferencias.  Podríamos decir que se trata de un problema de agregación de preferencias.  Por otro lado, el problema de gobernar bien, consiste en: dado un objetivo, cómo consigo las personas y los medios para alcanzarlo. Es decir, un problema humano y técnico de cómo llevar las ideas a la realidad.  En resumen, un buen gobierno es aquel que gobierna para el bien común y gobierna bien: toma sus decisiones -sin corrupción, sin ineficiencias, sin generar otros problemas mayores-.
[3] En esencia la dolarización fue un cambio institucional y de incentivos sobre los políticos y su relación con la emisión de dinero.  Para el problema en cuestión, la dolarización, fue una solución formidable.  Además, ha pagado con muy buenos dividendos adicionales a la estabilidad de precios, lo que ha permitido el desarrollo y profundización de actividades económicas que tanto bien le han hecho al país en estos 20 años, a pesar de seguir teniendo el mismo tipo de políticos de siempre.